Imagina que estás en la última etapa de la adolescencia, que te encuentras una bicicleta durante la Segunda Guerra Mundial y que luego paseas en ella por la ciudad destruida por la guerra, evitando los escombros que dejaron las bombas, para ir al trabajo.
Esta es la historia de Eileen Gray.
Ella iba al trabajo por la calle Harrow en autobús o tren hasta que un día, los conductores iniciaron una huelga. Cuando Eileen llegó tarde al trabajo, su jefe se enfadó. La huelga seguía y ella sabía que tenía que encontrar la manera de llegar al trabajo puntual. Entonces, encontró una bicicleta vieja y destartalada y comenzó a montar en ella, sin importar la lluvia o la nieve ni que fuera de día o de noche. Ya no importaban las inclemencias del tiempo, nunca más llegó tarde al trabajo.
Para Eileen, montar en bicicleta significaba libertad. «Siempre fui muy decidida, aún en ese entonces. Sabía que quería tener el control de mi propia vida y no quería que los demás; en especial, los hombres, me impusieran reglas mientras ellos hacían lo que querían”, expresó. La bicicleta era una herramienta al servicio de esa meta.
Quien nunca ha montado una bicicleta no ha sentido jamás la libertad de pedalear al aire libre. Eso también significa que esa persona tampoco sabe cómo esta máquina increíble puede cambiar tu vida. Eileen, quien una vez fue tímida y retraída, descubrió su amor por el ciclismo y así se convirtió en una mujer segura que se puso al mando de las carreras ciclistas femeninas, la UCI (Union Cycliste Internationale, Unión de Ciclismo Internacional) y el IOC (International Olympic Committee, Comité Olímpico Internacional).
En 1946, un grupo de organizadores en Copenhague, Dinamarca, realizó un evento de ciclismo en pista femenino. Invitaron a tres ciclistas británicas, incluida Eileen Gray. «Fue una gran oportunidad para nosotras», dijo. «Es decir, no solo nos invitaron a otro país, sino que también íbamos a poder correr una carrera con nuestras bicicletas contra un equipo danés».
Aunque estas mujeres regresaron victoriosas, no recibieron medallas, títulos ni premios en metálico porque eran mujeres. Al ver al equipo de Eileen dominar a la tropa escenográfica danesa (montaban en bicicleta como espectáculo y no como un deporte), las mujeres que miraban pensaron: «Si ellas pueden hacerlo, nosotras también». Este evento, aunque fue recreativo y no competitivo, motivó a más mujeres a subirse al sillín y luchar por sus propios eventos de ciclismo en toda Europa.
Eileen dejó de correr en bicicleta en 1947 cuando tuvo un hijo. Nunca sintió que «se rendía», —de hecho, no había demasiadas carreras ciclistas a las que tuviera que renunciar en la década de 1940. En cambio, Eileen se convirtió en una organizadora clave y luchó para que hubiera más eventos de ciclismo femenino. «Y eso sucedió», dijo. «Solo usé mis contactos donde pude para hacer que las cosas sucedieran».
En 1949, Eileen fundó la WTRA (Women’s Track Racing Association, Asociación de Carreras en Pista para Mujeres) y finalmente la rebautizó como la WCRA (Women’s Cycle Racing Association, Asociación de Carreras de Ciclismo para Mujeres). El objetivo de la WCRA era aumentar la cantidad de oportunidades para las mujeres en el ciclismo y desafiar las desigualdades en «la cobertura de prensa, los premios en metálico, los patrocinios y las oportunidades internacionales para mujeres».
Eileen dirigió un equipo de carreras que viajó a Francia en julio de 1955 para competir en la primera carrera por etapas del Circuito de Lyon-Auvernia de la historia. Desde allí, viajaron al Tour de Francia Femenino en septiembre y volvieron a casa con los dos triunfos.
A medida que el ciclismo femenino crecía, las mujeres neerlandesas, las suizas y las italianas aún no estaban seguras de participar. Sin embargo, Eileen sabía que, si seguía luchando y perseverando, algún día aceptarían el ciclismo femenino por mérito propio.
Gracias a su tenacidad, convenció a la UCI para que reconociera los récords mundiales de las mujeres. En 1955, la WTRA organizó un intento de récord mundial femenino de contrarreloj de 500 metros por Daisy Franks en la pista de Herne Hill. No obstante, la UCI solo lo aprobó después de que las mujeres hubieran cosido a mano a mano ellas mismas sus sacos de arena para cumplir con las regulaciones oficiales.
Tres años después de ver a su equipo dominar las primeras dos carreras por etapas femeninas y el primer intento de récord mundial femenino de la historia, convenció a la UCI para celebrar los primeros campeonatos mundiales femeninos, incluyendo un sprint en pista, persecución individual y una carrera en ruta de 59 kilómetros en 1958.
Después de algunos años, el representante del equipo femenino británico, junto con la BCF (British Cycling Federation, Federación Británica de Ciclismo), le asignó al equipo la mísera suma de 100 libras (alrededor de 200 dólares en ese momento) para viajar a Leipzig, este de Alemania, para el campeonato del mundo de 1960. Este equipo, formado íntegramente por mujeres, tuvo que financiarse a sí mismo para poder comprar los equipos y alquilar un autobús. Según Eileen, un oficial británico «fue a casa… y deliberadamente se llevó todos nuestros neumáticos y cámaras de repuesto y nos dejó sin nada. Lo hizo solo para perjudicar nuestras oportunidades”.
A pesar de este contratiempo, una de las integrantes del equipo llamada Beryl Burton ganó la persecución individual y la carrera en ruta. Aún con los triunfos arrolladores que las mujeres habían logrado en el ciclismo, los hombres todavía no podían reconocer ni aceptar sus logros en el deporte, y Eileen quería obtener más reconocimiento para las carreras femeninas. Para ello, no solo se presentó a elecciones para obtener un puesto en el Comité de Finanzas de la Federación Británica de Ciclismo, sino que lo ganó.
Cuando el IOC rechazó el esfuerzo de la FIAC (International Federation for Amateur Cycling, Federación Internacional de Ciclismo Amateur) por organizar una carrera en ruta femenina en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964, parecía que no había ni la más mínima esperanza para las mujeres.
Seis años después, Eileen conoció a Lord Killanin, el entonces presidente del IOC, en una cena de un periodista deportivo en 1970. Cuando el evento terminó, Eileen le escribió a Lord Killanin animándolo a que autorizara una carrera en ruta femenina en las olimpiadas.
El IOC respondió con burlas y argumentó que no había suficiente evidencia para probar que el ciclismo femenino cumplía con los criterios del deporte «internacional». De acuerdo con el IOC, las carreras en ruta femeninas no eran un evento nuevo, sino que eran un deporte totalmente diferente.
Finalmente, ocho años después de convertirse en presidenta de la BCF y de abogar para que las olimpiadas incluyeran el ciclismo femenino, 45 participantes de 16 países corrieron la primera carrera en ruta femenina de la historia en las Olimpiadas de Verano de 1984.
Desde su lugar como una ingeniera humilde y activista audaz, Eileen Gray le ganó a países y a organizaciones poco solidarios de todo el mundo y logró superar los obstáculos para las mujeres que deseaban romper récords mundiales.
Nunca dejó de trabajar para los demás. Tiempo después, Eileen fue incluida en el Salón de la Fama del Ciclismo Británico y se la describió como «una campeona de las carreras femeninas y un ejemplo de visión y autoridad».
Eileen se dedicó de lleno a lograr que las carreras ciclistas femeninas obtuvieran reconocimiento a nivel nacional e internacional. Sin su firme determinación y resiliencia, las mujeres aún estarían corriendo carreras en las calles de su barrio sin ningún reconocimiento.
A pesar de todos los obstáculos, Eileen construyó algo increíble para las mujeres deportistas. Y mientras más mujeres corrían carreras, más éxito tenían.
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